¿Cómo se mantiene de pie un trompo cuando se lo gira?

   Cuando el eje de la peonza o trompo está absoluta­mente vertical, la única rotación que se manifiesta es el girar de la peonza sobre este eje. Pero si ésta se inclina al perder velocidad, el eje describe un cono cuyo vértice es el clavo de la peonza: se trata del movimiento de precesión, que puede ir acompañado de pequeños balanceos (el movimiento de nutación). ¿Por qué el trompo, una vez lanzado, se mantiene en equilibrio, "de pie" y "solo"? La res­puesta es la misma que damos al hablar del diábolo.
   Esta estabilidad del eje de rotación es la misma que permite que ruede un aro o que se pueda montar en bicicleta.

¿Cuándo se empezaron a estu­diar las estrellas por primera vez?


   ¿Por qué sale y se pone el Sol? ¿Por qué algunas estrellas son más lumi­nosas que otras? El hombre se preocupó de dar una respuesta a estos interrogantes y a otros muchos mez­clando a menudo datos de valor científico, basados en la observa­ción y la reflexión, con creencias fantásticas. Entre los pueblos adora­dores del Sol descollaron los egip­cios y los aztecas, que dedicaron a su máxima divinidad templos colo­sales. Aparte las creencias religio­sas y mitológicas, los estudios as­tronómicos más antiguos que han llegado hasta nosotros se remon­tan a 3.000 años a. de J.C. De esa época datan asimismo los primeros relatos de acontecimientos astronó­micos excepcionales (como, por ejemplo, los eclipses), que se ini­cian coincidiendo con la consolida­ción de las primeras grandes civi­lizaciones. Sin embargo, únicamen­te los griegos, con Eratóstenes e Hiparco, se esforzaron por aportar una explicación científica a los co­nocimientos astronómicos de su época. Sobre esta base se fundarían los estudios astronómicos posterio­res, que en el siglo II d. de J.C. sin­tetizó Tolomeo en su Almagesto. Según estas teorías, la Tierra se encuentra en el centro del universo, y a su alrededor giran los planetas y las estrellas. Es la teoría que se conoce con la denominación de geo­centrismo.

Los esposos Curie

   En otoño de 1891 llegó a París, procedente de Varsovia, una joven polaca de veinticuatro años, Marie Sklodowska. Había dejado su patria, ocupada por los rusos, para eludir a la policía zarista que la acusaba de conspirar.
   En París, la joven, muy aficionada a los estudios cientí­ficos, se inscribió en la Facultad de Ciencias de la Universi­dad de la Sorbona. Muy pobre, vivía en una buhardilla, y para poder estudiar limpiaba los frascos y cuidaba de los hornillos en los laboratorios, como también había hecho el gran Faraday. Durante dos años, Marie Sklodowska trabajó y estudió intensamente, pasando noches enteras inclinada sobre los libros, sin importarle el descanso ni la falta de comodidades. Muchas veces su único alimento consistía en unos trozos de pan y chocolate, pero igualmente se sentía feliz porqué podía dedicarse a los estudios de física que tanto amaba. En el mismo laboratorio que ella, trabajaba el joven Pierre Curie, un investigador francés de talento que se dedicaba, con su hermano, a las investigaciones físico-eléctricas.
   En 1894, en casa de unos amigos comunes, Marie conoció a Pierre. Ambos jóvenes se sintieron atraídos, no sólo por una viva simpatía, sino también por la pasión hacia la misma labor. Después de diez y ocho meses se casaron. Así se cons­tituyó un matrimonio que habría de hacerse célebre en la historia de la ciencia, conocido simplemente como "los Curie", casi como si fueran una sola persona; y es justo que así ocurriera, porque Pierre y Marie Curie vivieron y trabajaron siempre juntos, en perfecta armonía, y juntos lograron el gran descubrimiento: el radio.