¿Por qué sale y se pone el Sol? ¿Por qué algunas estrellas son más luminosas que otras? El hombre se preocupó de dar una respuesta a estos interrogantes y a otros muchos mezclando a menudo datos de valor científico, basados en la observación y la reflexión, con creencias fantásticas. Entre los pueblos adoradores del Sol descollaron los egipcios y los aztecas, que dedicaron a su máxima divinidad templos colosales. Aparte las creencias religiosas y mitológicas, los estudios astronómicos más antiguos que han llegado hasta nosotros se remontan a 3.000 años a. de J.C. De esa época datan asimismo los primeros relatos de acontecimientos astronómicos excepcionales (como, por ejemplo, los eclipses), que se inician coincidiendo con la consolidación de las primeras grandes civilizaciones. Sin embargo, únicamente los griegos, con Eratóstenes e Hiparco, se esforzaron por aportar una explicación científica a los conocimientos astronómicos de su época. Sobre esta base se fundarían los estudios astronómicos posteriores, que en el siglo II d. de J.C. sintetizó Tolomeo en su Almagesto. Según estas teorías, la Tierra se encuentra en el centro del universo, y a su alrededor giran los planetas y las estrellas. Es la teoría que se conoce con la denominación de geocentrismo.