¿Por qué en las ciudades se construyen rascacielos?

  El fenómeno del urbanismo es tí­pico de nuestro tiempo. En efecto, muchísimas personas abandonan los campos y aldeas para vivir en la ciudad, atraídas por el espe­jismo de una existencia más có­moda, más brillante, y por las ma­yores posibilidades de ganancia y éxito. Así es como las ciudades crecen progresivamente, hasta es­tallar, mientras las zonas rurales se despoblan poco a poco. Para albergar a tanta gente hacen falta casas, muchas casas. La de­manda de viviendas crece enorme­mente, los precios aumentan, y las zonas edificables se vuelven esca­sas o muy caras.
  Y al no disponer de espacio para construir tantas casas de tipo tra­dicional, ¿qué se hace? Se cons­truyen las viviendas unas encima de otras, utilizando el mismo solar para muchas familias. La idea del rascacielos no se ha desarrollado en nuestro siglo, sino que ya la habían adoptado los pue­blos de la Antigüedad. Recordemos a los romanos, que construían enormes bloques llamados insulae y ha­bitados por muchísimas familias. Pero las construcciones no podían superar determinada altura, tanto porque se carecía de los materiales de construcción adecuados, como porque subir a pie hasta los pisos más altos constituía un esfuerzo para los inquilinos. Los rascacielos modernos sólo pu­dieron construirse tras el invento del ascensor y la adopción de nue­vos materiales, como por ejemplo el acero y el hormigón armado.

Curiosidades del ciclismo


  • Cuando uno corre en bicicleta la resistencia de aire lo frena, y la marcha es todavía más lenta si el viento sopla de frente. Por eso los ciclistas se agrupan en pelotón: al frente van los hombres de punta, detrás de los cuales se resguardan los otros corredores.
  • Los hombres de punta se relevan más o menos cada 300 m, se­gún la fuerza del viento y la dificultad del terreno.
  • El agrupamiento de los corredores en pelotón se explica tam­bién por el fenómeno de la aspiración; un corredor que avanza rápido crea tras sí un torbellino de aire; el corredor que se coloca "en su rueda" es aspirado por ese torbellino y corre casi tan apri­sa como el primero, sin mucho esfuerzo.
  • A causa de ese fenómeno se ha podido ver a un ciclista (el fran­cés José Meiffret) alcanzar 204.7 km/h, aspirado por un automó­vil de carreras. Eso sucedió el 12 de julio de 1962.
  • En una carrera, los campeones son ayudados por sus compañe­ros. Éstos se relevan delante del campeón, quien así queda res­guardado y aspirado. Resultado: conserva fuerzas para realizar la escapada final que le dará la victoria.

¿Cómo nació el teatro?


  Los historiadores de la antigua Gre­cia nos describen algunas ceremo­nias que se celebraban en honor de Dionisos. Un cortejo de sacerdotes se dirigía hacia el altar entonando salmodias, y allí se inmolaba un ca­brito. A continuación daba comien­zo el «canto del chivo»: un corifeo narraba las gestas de Dionisos, mientras el coro respondía repi­tiendo sus palabras. Los coros fue­ron muy pronto dos, aumentando también el número de corifeos.
  Estas ceremonias son el origen del teatro clásico. En griego, el «canto del chivo» es la «tragodía», de don­de se deriva la palabra tragedia. La tragedia reunió argumentos de la religión y de los mitos y leyendas que la adornaban: hazañas de los dioses, gestas de héroes como Aquiles y Ulises... Un coro alterna­ba sus declamaciones con las de un contestador (el corifeo), que des­pués se desdobló en dos, naciendo así el diálogo.
El teatro era al aire libre: los acto­res, todos varones, iban envueltos en túnicas multicolores o en cor­tos mantos, y declamaban cubrién­dose el rostro con grandes másca­ras de aspecto grotesco, cuya mi­sión era también la de amplificar la voz. Los griegos tuvieron grandes autores de tragedias como Esquilo, Sófocles y Eurípides. En la tragedia se exaltaban el valor y la virtud de los héroes y de los dioses; en la comedia, se ridiculi­zaba las debilidades y los vicios de los hombres: avaricia, gula, presun­ción, desmedido afán de poder... La comedia fue también una invención griega. Aristófanes fue el más cé­lebre comediógrafo griego.