A la caza de los francotiradores

Un novedoso sistema de detección acústica atrapa al enemigo a la velocidad del sonido. Los francotiradores son una amenaza persistente en los conflictos armados, y aunque ese pistolero solitario siempre tiene el elemento sorpresa a su favor, este novedoso dispositivo es capaz de detectar el origen del disparo, aun en complejos escenarios urbanos. Se trata del Ferret, un sistema acústico pasivo que se instala en un vehículo de reconocimiento. Un micrófono montado en una torreta recoge la señal acústica del disparo y la onda de choque, datos con los que determina dirección, alcance y y elevación del fuego enemigo. Pocos segundos después una computadora despliega la posición del francotirador. Incluso, puede detectar los proyectiles de armas con silenciador.
En principio se desarrolló para las operaciones de pacificación en los Balcanes, pero en la actualidad lo utiliza el ejército canadiense en Afganistán, mientras que Estados Unidos emplea un sistema similar en Irak.

PM

Elizabeth Báthory, la condesa sangrienta

Elizabeth Báthory fue una condesa húngara del siglo XVII, esposa del general Ferenz Nadasdy. Vivió en el castillo de Csejthe en la región de los Cárpatos.

Durante las ausencias de su marido (que viajaba para participar en campañas militares), organizaba reuniones con practicantes de magia, que la convencieron de que se mantendría hermosa sis e bañaba en la sangre de las doncellas. De esta manera, sus criados salían por la noche a la caza de jóvenes campesinas que luego eran sacrificadas. Se estima que las víctimas fueron más de 600.

Elizabeth Báthory fue juzgada en 1610. Sus cómplices murieron decapitados o quemados en la hoguera. Ella fue emparedada en una pequeña habitación del castillo y allí murió cuatro años después. Hay un libro sobre su fascinante vida, La condesa sangrienta, de Valentine Penrose.

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Muy cerca de lograr la invisibilidad

Lograr que un avión o una nave espacial se transformen en invisibles puede hacerse una realidad en unos cuantos años, según una investigación realizada por científicos de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia y publicada por Nature. La clave del trabajo de Andrea Alu y Nader Engheta es la utilización de las llamadas "cubiertas de plasmones", que bajo determinadas circustancias anulan la radiación electromágnetica de la luz, haciendo prácticamente invisible el objeto que se quiere ocultar.

Aunque el proceso todavía está en una primera fase, los investigadores han encontrado que las capas formadas con metales como oro y plata son las adecuadas para hacer que un objeto sea invisible al ojo humano.

Cuando la luz incide sobre este material metálico, se generan estas ondas de electrones, o plasmones, que si tienen la misma frecuencia de la luz convierten en invisible un objeto.
Por el momento el proyecto sólo funciona para objetos muy pequeños y para una única frecuencia de luz (luz de un solo color), pero si se consigue desarrollar una cubierta eficaz para todos los colores que puede ver el ojo humano, la invisibilidad será una realidad.

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