Hubo una época el siglo XIX que la palidez de la cara era considerada entre las mujeres como un signo de distinción. Tanto era así que se utilizaban los procedimientos mas originales con el fin de lograr que su piel adquiriera el cereo matiz de la azucena: se tomaba vinagre, se introducía la cara en el orificio del inodoro en la creencia que los vapores que alli se desprendían decolorarían la tez, se privaban de comer y alguna de ellas después de hacerlo se provocaban el vomito para evitar que los alimentos ingeridos sirvieran para fabricar sangre nueva. Era la epoca romantica de la Dama de las Camelias, en que desmayarse delante del pretendiente era una hazaña de muy buen gusto y tener una tosecita imperceptible pero constante daba espiritualidad y femineidad. Si en aquel tiempo una de las jovencitas se veia atacada por la enfermedad llamada clorosis, consideraba el mal como un bien del cielo que venía a resolver sus problemas, pues la clorosis confiere a la piel el tinte cereo tan deseado en otros tiempos.
La clorosis es una forma de anemia que se presenta unicamente en las personas del sexo femenino y que escoge sus víctimas entre las jóvenes cuya edad oscila entre los 15 y 25 años. Fue conocida desde la antigüedad e Hipócrates observó que tiene predilección por las muchachas jóvenes y vírgenes.
Esencialmente la clorosis se debe a una falta de hierro en el pigmento rojo de la sangre. Se sabe que si este pigmento, llamado hemoglobina, tiene la propiedad de atraer y captar intensamente el oxígeno del aire es precisamente porque contiene hierro finamente distribuido.