La sangre, al igual que el sudor, tiene sabor salado. El líquido en que flotan las células sanguíneas es una solución diluida de sal y otras sustancias, incluidas algunas proteínas especiales que ayudan a evitar que el agua se filtre a través de los tejidos. Este líquido acuoso, sin las células, es de color amarillento, pegajoso y turbio, y lo llamamos plasma. El resto de la sangre (cerca del 40%) consiste de glóbulos blancos.