El buzo realiza los mismos trabajos que el hombre-rana cuando hay que sumergirse en grandes profundidades. El material que emplea es muy complicado y su utilización requiere un severo entrenamiento.
Protegido por una sólida armadura que lo aisla del agua y lo protege de las presiones excesivas, el buzo puede descender a varios centenares de metros bajo el agua; se abastece de aire por medio de un tubo que, por otra parte, limita sus desplazamientos. La ventanilla de su casco le permite realizar múltiples tareas bajo la dirección de científicos o de ingenieros que permanecen en la superficie y con los cuales se comunica por teléfono o por televisión. Esta remuneradora profesión, que ha ganado adeptos desde la prospección submarina de petróleo y de minerales, exige numerosas cualidades e impone una reconversión rápida en los equipos de superficie, ya que el organismo humano no puede soportar mucho tiempo los excesivos esfuerzos provocados por las inmersiones profundas.