Las máquinas de vapor a pistón o émbolo son lentas, puesto que la velocidad de flujo del vapor, a través de las canalizaciones, es moderada. No pueden lograrse mas de cuatro o cinco carreras del émbolo (emboladas) por segundo: o sea, unas cuatro o cinco vueltas del árbol, cosa que resulta insuficiente cuando se trata de impulsar un alternador o las hélices de un gran trasatlántico. Para ello disponemos de la turbina de vapor. En ella, el vapor pasa por una serie de toberas, que reducen su presión y aumentan su velocidad para producir, finalmente, potentes chorros que, al proyectarse sobre los álabes de la turbina, imprimen a esta un rápido movimiento de rotación.
Unas veces, el vapor actúa sobre los álabes exclusivamente por su fuerza viva y la máquina funciona entonces por acción; otras veces actúa tanto por su fuerza viva como por su fuerza de expansión, y la turbina funciona en este caso por reacción. Los dispositivos utilizados según los diversos tipos de turbinas son variados y complejos. La expansión del vapor puede hacerse progresiva si se utilizan varios rodetes móviles separados por una corona fija. De esta forma se logran elevadas velocidades de rotación, que llegan hasta 3000 revoluciones por minuto. En un sistema que comprende dos juegos independientes de álabes directrices y móviles, que giran en sentido inverso y cada uno de los cuales acciona un alternador, la velocidad relativa de los álabes corresponde a 6 000 revoluciones por minuto.
Existen turbinas, dedicadas a la producción de energía eléctrica, cuyo peso total excede de las 500 toneladas. Estas máquinas comprenden 12 fases de alta presión, 14 fases de mediana presión y 2 de baja presión, lográndose así un aprovechamiento total de la presión del vapor.