En invierno y en verano, los guías de montaña se cuidan de la protección de los alpinistas, les prodigan ayuda y consejos, dirigen sus escaladas y, en caso necesario, los socorren.
La mayor parte de los guías montañeros, como es el caso de los sherpas tibetanos, han nacido en la montaña, viven en ella y conocen a la perfección todos los peligros y todos sus bellos rincones. En algunos sitios hay que ser originario de la misma región en la que se quiere ejercer el oficio de guía, y en todos se exigen las máximas garantías de experiencia, conocimientos y profesionalidad. Estos hombres, valerosos y al mismo tiempo serenos, dirigen las cordadas de los aficionados, deciden sobre el material necesario, fijan el momento de comenzar la escalada y no dudan aplazarlo si no hace un tiempo idóneo: la audacia no excluye la prudencia. Su vigilancia no cesa un instante. En todo momento están dispuestos a arriesgar su propia vida para salvar a un compañero en dificultades o a un alpinista imprudente.