Cada año está numerado. Para saber la fecha de un suceso, damos el número del año. Decimos, por ejemplo, que Colón descubrió América en 1492. Entre nosotros, los años se cuentan a partir de aquel en que nació Cristo. Para dar la fecha de acontecimientos anteriores, se cuenta hacia atrás, partiendo del año 1, y se añade "a. de C.", que quiere decir antes de Cristo. Una fecha posterior al nacimiento de Cristo lleva las letras "d. de C.", que quieren decir, después de Cristo.
Según algunos historiadores, la inscripción "1 d. de C." no es, en realidad, el año en que nació Cristo. Cristo nació, por lo menos, 4 años antes de esa fecha, pero cuando el error se descubrió ya era demasiado tarde para cambiar el calendario. Nuestro sistema de numerar los años no empezó sino varios siglos después de la muerte de Jesucristo. Antes de entonces, se habían empleado otros sistemas para medir el tiempo y fijar las fechas.
Los romanos contaban sus años a partir de la fundación de Roma. Los griegos, a partir de los primeros juegos olímpicos. Y todavía antes, los años tenían a menudo nombres en lugar de números. La duración del reinado de algún gobernante sirvió también para contar los años. En la Biblia se anotan fechas de este modo: "En el primer año de Ciro, rey de Persia"; o "en el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel" Ahora no podríamos usar este sistema porque es imposible conocer las listas de los gobernantes a través de los siglos.