Tenemos dos orejas, una en cada lado de la cabeza, porque de ese modo podemos saber de dónde vienen los sonidos. Por ejemplo, antes de cruzar la calle, miramos y escuchamos si vienen coches. El ruido llega a un oído antes que al otro. El cerebro calcula la pequeña diferencia para saber a qué distancia está el coche y si es prudente cruzar.