Miguel Ángel (1475-1564) sintió desde niño la vocación de ser artista. Para su padre la pintura era un mero oficio, pero, con todo, Miguel Ángel logró sus deseos y llegó a ser uno de los más grandes pintores y escultores de todos los tiempos. A su muerte dejó algunas de las obras de arte más preciadas del mundo.
Nació en Caprese, pequeña villa cerca de Florencia, Italia. Pertenecía su padre a una buena, aunque pobre, familia, y se oponía a que su hijo entrase de aprendiz en un taller de pintor. Pero, a los 13 años, Miguel Ángel pudo vencer la resistencia paterna e inició su aprendizaje con un pintor de Florencia. Era aún aprendiz cuando Lorenzo de Médicis, el soberano de Florencia, se interesó en él y lo llevó a su palacio para que estudiase con los más grandes artistas de la época.
Muerto Lorenzo, Miguel Ángel continuó laborando en Roma. De esta época datan algunas de sus más grandes esculturas. Una de éstas, la "Pieta", representa a la dolorosa madre de Jesús sujetando en su regazo el cadáver de su Hijo. Estas y otras obras le merecieron ser tenido como el más grande escultor de aquel tiempo. De vuelta en Florencia se le encargó que labrara una estatua de un inmenso bloque de mármol de unos seis metros. de largo. El resultado fue su "David" en disposición de atacar a Goliat. Con esta obra celebraba la victoria que acababa de alcanzar la ciudad de Florencia al arrojar a los Médicis de su gobernación. En 1505 fue Miguel Ángel llamado a Roma a esculpir una tumba para el papa Julio II. No había aún terminado esta obra cuando se le encomendó la pintura del techo de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Titubeó antes de aceptar, ya que se consideraba escultor, más que pintor. Sin embargo, la obra resultó ser la más maravillosa de sus creaciones. Trabajando echado de espaldas sobre un andamio, pintó 343 figuras de escenas ilustrativas de la historia de la creación, según el Génesis. Procediendo en orden cronológico inverso, comenzó con Noé para terminar con el Creador. Terminada la obra, tras cuatro años de penosa labor, toda Roma quedó admirada. Todavía hoy se la considera una de las maravillas del mundo.
Tres de las esculturas más importantes de Miguel Ángel estaban destinadas a la tumba de Julio II, en la iglesia de San Pietro in Vincoli. El "Moisés" representa al justo varón cuando se entera de que su pueblo se había entregado a la idolatría. Las otras dos, un esclavo encadenado y otro moribundo, están actualmente en el Louvre, de París.
En 1530 construyó Miguel Ángel una fortaleza para proteger a Florencia contra el regreso de los Médicis. Conquistada la ciudad, éstos perdonaron a Miguel Ángel su participación en la resistencia, encargándole la ejecución de sus tumbas en la capilla de la iglesia de San Lorenzo, de Florencia. La obra realizada expresa el dolor del artista por la pérdida de la libertad ciudadana. Las figuras representan a Lorenzo y Juliano de Médicis acompañados de la Mañana y la Tarde, el Día y la Noche. Su genio jamás alcanzó mayor altura. La figura sentada de Lorenzo de Médicis es acaso su mejor escultura.
En 1534 dejó Florencia para siempre y se estableció en Roma. Allí pintó el "Juicio Final" en la pared del altar de la Capilla Sixtina. La composición muestra a Cristo alzándose airado para castigar a los mortales, y expresa la protesta del artista ante la corrupción de su tiempo. También trabajó como arquitecto: proyectó la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma. La capilla Medicea, de la iglesia de San Lorenzo, de Florencia, proyectada también por él, es una feliz combinación de escultura y arquitectura.
Este gran artista era hosco e irascible, lo que le acarreó muchas enemistades. Pero era hijo obediente y cariñoso. La muerte del padre, a quien escribía frecuentemente, fue para él rudísimo golpe. Su ansia de morir quedó expresada en los poemas que escribió para un joven noble, Tommaso Cavalieri, y para la talentosa Vittoria Colonna. A su muerte contaba casi 90 años. Su cuerpo, conducido en secreto a Florencia por unos amigos, fue sepultado allí en cumplimiento de un deseo expresado años atrás.