¿Quién solía demostrar sus teorías recurriendo a las paradojas?
Zenón de Elea, nacido aproximadamente en el 490 antes de Cristo, era, según Platón, alto de talla. Siguió en su juventud la doctrina pitagórica, que pronto cambió por las enseñanzas de su maestro, el filósofo Parménides, quien decía que todo permanece, por oposición al todo transcurre de Heraclito. Zenón pensaba que el vacío no existe y que la naturaleza de los seres procede de la oposición entre el calor y el frío, entre lo seco y lo húmedo. Por su teoría de la oposición entre fuerzas contrarias y por su gusto por las paradojas (argumentos que presentan afirmaciones contradictorias), se le considera el inventor de la dialéctica, entendiendo por ello el arte de la discusión. La más célebre de sus paradojas se presenta como un argumento contra la existencia de movimiento, tal como la entendía Heráclito. Dice así: Si Aquiles decidiera hacer una carrera con una tortuga y le diera un poco de ventaja, nunca lograría alcanzarla, pues, cuando Aquiles llegara al punto de partida de la tortuga, ésta habría avanzado un poco, colocándose en otro punto. Cuando Aquiles llegara a ese nuevo punto, la tortuga tampoco estaría ya allí, y así eternamente. Este razonamiento supone al espacio dividido en infinitos puntos. Luego, si Aquiles debe pasar por cada punto en un momento determinado, necesita un tiempo infinito para llegar a cualquier punto, por lo que el movimiento parece, lógicamente, imposible. Pero si Zenón se oponía en esto a Heráclito, coincidía con él en su odio a los tiranos. Se cuenta que, cierta vez, quiso Zenón derrocar al tirano Nearco y fue detenido. Cuando le interrogaban para saber quiénes eran sus cómplices, él dijo los nombres de los amigos del tirano para demostrar que todo déspota está siempre solo. Además, con la excusa de querer confesar algo al oído de Nearco, le arrancó la oreja de un mordisco. Después se arrancó él mismo la lengua, lo que provocó la indignación de sus conciudadanos, que, rebelándose, lapidaron al tirano.