La batalla de Solferino había terminado con la victoria de las tropas de Napoleón III sobre los austríacos. Con ello, Italia, que había conseguido la alianza con Francia, tenía la independencia prácticamente garantizada. Era el año 1859. Pero en el campo de batalla, junto a la ciudad de Castiglione, más de 30.000 hombres yacían heridos, abandonados o, en su mayoría, muertos. Aquel espectáculo impresionó profundamente a un hombre, Henri Dunant, quien ideó a partir de entonces el medio de humanizar y hacer menos atroces los efectos de la guerra.
El suizo Henri Dunant obtuvo la colaboración de cuatro hombres de prestigio: el general Henri Dufour, el abogado Gustave Mognier y los médicos Théodore Mannoir y Louis Appia. Los cinco fundaron en 1863 un organismo que llamaron Comité Internacional y Permanente de Socorro a los Heridos Militares, con un emblema que más tarde daría un nuevo nombre y una proyección universal a la organización: una cruz
roja sobre fondo blanco. La sede se estableció en Ginebra, donde al año siguiente tuvo lugar la primera Convención de la organización. En ella se acordó, por parte de todos los gobiernos representados, respetar a las personas y ambulancias que exhibieran el emblema, como un equivalente de neutralidad. El objetivo de auxilio a los militares heridos se amplió sucesivamente, y con motivo de posteriores Convenciones de Ginebra, a la condena de crímenes, torturas, represalias, deportaciones, etc., estableciéndose también un código de condiciones según las cuales deben ser tratados los combatientes prisioneros. Actualmente, la Organización Internacional de la Cruz Roja (cuyo emblema en los países árabes y Japón es, respectivamente, una media luna y un sol rojos) cumple, sobre todo, con misiones de carácter civil, pero sin haber abandonado el espíritu de solidaridad humana con que Henri Dunant la concibió ante el dantesco espectáculo de Solferino. Henri Dunant obtuvo el primer Premio Nobel de la Paz, que fue concedido en 1901.