A la temprana edad de 21 años sintió afición por las tablas, pero pasó más de 12 años aprendiendo los detalles que más tarde le facilitarían el éxito y la consagración definitiva en la comedia francesa. Durante este periodo de aprendizaje, Molière se familiarizó con los recursos necesarios que debe poseer todo actor de teatro, se percató de los detalles que es preciso tomar en cuenta para que la representación resulte económicamente provechosa y, sobre todo, observó con detenimiento y cuidado la técnica que debe seguirse al componer piezas de teatro.
La experiencia adquirida tras muchos años de paciente labor dio los frutos esperados cuando en el año 1658 la compañía que entonces encabezaba ofreció una representación ante Luis XIV. El monarca y los nobles quedaron tan bien impresionados que desde esa fecha la corte francesa demostró preferencia incondicional por las representaciones de Molière y sus asociados.
La consagración del grupo quedó totalmente confirmada en 1665, fecha en que el soberano francés declaró oficial la compañía de Molière y decidió darle todo el apoyo de la corona elevando a su director a la categoría de protegido real.
El contacto que Molière había tenido con toda clase de gente en sus años iniciales le sirvió en forma muy especial para observar las flaquezas humanas, observación que más tarde le brindaría espléndido material para la caracterización de los tipos que deseaba emplear en sus obras. El propósito principal de sus mejores piezas es sin duda burlarse de las debilidades de los seres humanos y hacer gozar al público viéndolas ridiculizadas.
El genio de Molière se agiganta en el campo de la sátira burlesca. Por sus composiciones desfila una abigarrada galería de individuos que muestran los vicios y defectos capitales de que adolecen. Lo que más satiriza el comediógrafo es la falsedad en el vivir de ciertas personas que pasan o pretenden pasar por respetables. La burla es, de este modo, implacable cuando tiene por blanco a los advenedizos o arrivistas, o cuando se mofa de los médicos, los abogados, los jueces u otros profesionales a quienes sólo les interesa cobrar honorarios sin cuidarse de la competencia que deben demostrar a cambio del dinero de que despojan a los incautos clientes.
Naturalmente que la protección del rey contribuyó en gran medida al éxito de las piezas de Molière y a la valentía de su sátira, pero no por ello dejó de contar con enconados e influyentes enemigos que se sentían víctimas de las aceradas burlas del comediógrafo oficial.
Las obras de Molière gozan hasta hoy de gran popularidad, por la gracia ligera y el ambiente de vitalidad que en ellas se respira. La sátira misma, por referirse a tipos tan humanos, tiene una permanente actualidad. Sus piezas más conocidas son: Las Preciosas Ridículas (1659), La Escuela de los Maridos (1661), La Escuela de las Mujeres (1662), Tartufo (1664-1669), Don Juan (1665), El Misántropo (1666), El Médico a Palos (1666), El Avaro (1668), El Burgués Gentilhombre (1670) y El Enfermo de Aprensión (1673).