Hasta 1922, la diabetes era una enfermedad mortal. A partir de entonces, puede ser dominada gracias a la insulina, que es una hormona que segrega el páncreas y que, vertida en la sangre, regula la cantidad de glucosa de ésta (la diabetes se caracteriza por una elevada cantidad de azúcar en la sangre). La insulina no cura la diabetes, pero al menos la controla, prolongando la vida de los afectados por la enfermedad.
Uno de los dos descubridores de la insulina fue el médico canadiense Sir Frederick Grant Banting, quien, en unión de Charles H. Best, la aisló y preparó en 1922. Ambos recibieron por este descubrimiento el Premio Nobel de Medicina en 1923. Banting había nacido en Alliston (Canadá) en 1891, y estudió y ejerció como médico y catedrático en Toronto. Su especialización como fisiólogo le llevó a estudiar concienzudamente la actividad secretora del páncreas, estudio que dio como resultado el descubrimiento de la insulina en colaboración con Best, hallazgo que tuvo como principal consecuencia el modificar enteramente el pronóstico de la diabetes y sus complicaciones, proporcionando la medicación más adecuada. El Parlamento canadiense recompensó a Banting por el descubrimiento con 7.500 dólares anuales como asignación vitalicia, mientras que la Universidad de Toronto creó la cátedra de investigaciones Banting-Best, con el primero de ellos al frente de la misma. No acabaron ahí las recompensas, ya que Banting recibió un título de nobleza en 1934, siendo desde entonces Sir.
Banting prosiguió sus investigaciones sobre diversos campos de la fisiología y la patología; el cáncer, la silicosis y las afecciones renales fueron objeto de su especial interés. En 1941, su espíritu investigador se desplazó hacía los efectos fisiológicos del vuelo a grandes alturas en los seres humanos. En el curso de una de tales experimentaciones, cuando volaba sobre Terranova, el avión en el que viajaba se estrelló, muriendo el ilustre médico.