¿Cómo actúa una bomba atómica?


   Igual que en un reactor nuclear, pero sin intervenir ningún control y con una violen­cia instantánea, en la explosión de una bomba atómica se produce una reacción en cadena. Para provocarla, basta reunir bruscamente en el artefacto, por medio de un detonador, dos trozos de un ele­mento físil (que sólo puede ser un elemen­to pesado: uranio o plutonio) y cuyo con­junto supera una determinada masa críti­ca, del orden de los 10 kg. La potencia de la bomba A es enorme, ya que equivale a la de varias decenas de millares de tone­ladas de trinitrotolueno, explosivo muy temido.
   La explosión de una bomba termonuclear ("encendida" por una bomba atómica) si­gue un proceso completamente distinto. No se produce fisión de elementos pesa­dos, sino fusión de elementos ligeros: hidrógeno o tritio (isótopo del hidrógeno). Esta fusión provoca la formación de helio y es acompañada por una liberación de energía mucho más considerable que en el caso de la bomba A: la potencia de una bomba termonuclear, o bomba de hidró­geno, es mil veces mayor que la de la bomba atómica actual, que supera los efectos apocalípticos de los artefactos que estallaron sobre Hiroshima y Nagasaki. ¿Cuáles son estos efectos? Son tan variados como terribles. En primer lugar, la explosión produce un relámpago que ciega instantáneamente a cualquiera que la mire o mantenga los ojos cerrados dirigidos hacia ella. Al mis­mo tiempo, actúa la terrorífica ráfaga pro­ducida por la expansión, que puede des­truir los edificios circundantes en un radio de 1 km, mientras que, en la misma ex­tensión de terreno, todo es aniquilado y consumido. En un radio de 10 km se pro­ducen también muchos daños. Después de la explosión, se desencadenan radia­ciones mortales. Además, un gran nú­mero de cuerpos formados en el transcur­so de la fisión se vuelven radiactivos y producen lluvias radiactivas, largo tiempo contaminadoras.