Las primeras publicaciones de Montesquieu fueron ensayos sobre física e historia natural, pero pronto, obedeciendo a su vocación, se dedicó al estudio de la historia, de la política y de la moral (Dissertation sur la politique des Romains dans la religion, Eloge du duc de la Force, Vie du maréchal de Berwick, etc.). Su renombre se inicia con la publicación de las Cartas persas (1721), obra satírica en la que finge una correspondencia que dos persas mantienen desde París con amigos de Persia, para enjuiciar así, con ironía ligera y maliciosa, las instituciones y las costumbres de la Europa de su tiempo. A pesar de su frivola apariencia, en ellas se vislumbra ya el carácter serio y profundo de las obras futuras de Montesquieu.
En 1726 abandona la magistratura, y en 1728 hace su ingreso en la Academia Francesa. La fama, alcanzada tan joven, no lo aleja de su propósito de consagrarse al estudio. "Para conocer mejor a los hombres y las instituciones", Montesquieu viaja por casi toda Europa y permanece dos años en Londres. De vuelta a Francia, en el aislamiento sereno de la Brede, se dedica a la preparación de su magna obra de filosofía política y social, L'esprit des lois (1748), cuya composición le ocupa 20 años y le mina al cabo la salud. Interrumpió su trabajo primordial para publicar en 1734 sus Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence, que es como un capítulo previamente desprendido, a modo de ensayo, de la obra capital en preparación. En las Consideraciones el azar queda eliminado del estudio de la historia: "No es la fortuna la que domina al mundo", dice; la historia y la política se explican con hechos, no con teorías abstractas, y sobre ellas actúan "causas generales, ya morales, ya físicas . . ."
El espíritu de las leyes es el producto de cuarenta años de meditación, y contiene todas las ideas de Montesquieu aplicadas a un estudio de todas las legislaciones. En esa obra magna se exponen o amplían las ideas del autor sobre las ventajas que ofrece la separación de los poderes del estado en ejecutivo, legislativo y judicial; sobre los derechos del trabajo; sobre la justa, y sensata, equiparación de la mujer; sobre la importancia del bienestar público, si bien no a costa de la propiedad privada; sobre la excesiva severidad de las leyes penales, etc.
Montesquieu, espíritu sereno y carácter estable, conservó en su vejez su pasión por el estudio. Polibio y Bossuet fueron sus maestros. Y su influencia, notable en Voltaire y en Rousseau, alcanzó a todo su siglo y aun a los escritores del XIX.