A lo largo de millones de años, el río Colorado, erosionando la meseta de Arizona, ha excavado un valle de profundidad y forma sorprendentes: el Cañón del Colorado.
Se hace difícil concebir que la corriente de un río haya podido erosionar las rocas hasta ese punto. Pero así es: el Colorado, en su irreductible perforación de una meseta de 2 000 metros, ha conseguido abrir un valle profundo que alcanza en ocasiones los 1 800 metros. Las paredes del valle aparecen unas veces cortadas a pico; en otros casos forman gradas de color rojo o amarillo. Los visitantes que descienden al fondo del Gran Cañón quedan impresionados por sus gigantescas proporciones y no dejan de tener presente que unas pocas horas de lluvia bastarían para que el nivel de las aguas se elevase algunos metros y, por tanto, sumergiese el camino que recorren...