Mantener una higiene adecuada en el espacio exige un esfuerzo mayor al que estamos acostumbrados en la Tierra. En órbita es posible lavarse, pero ducharse resulta más complicado. De hecho, en la mayoría de las naves espaciales los astronautas no lo hacen, ni disponen de llaves por los que salga directamente un chorro de agua, sino que se frotan el cuerpo con esponjas o toallas empapadas de jabón líquido. La falta de gravedad haría que el chorro de agua se convirtiera en una masa dispersa por el interior de la nave. Sin embargo, en la Estación Espacial Internacional, donde algunos astronautas pasan hasta seis meses seguidos, hay un sistema de presión que les permite ducharse, aunque sujetos al piso. Por razones obvias de abastecimiento, sólo disponen de una ración de cuatro litros por baño.