Algunos historiadores nos dicen que el tambor fue el primer instrumento musical hecho por el hombre, aunque otros dicen que este lugar lo ocupa la flauta. Entre las tribus salvajes, los tambores eran usados con mucha frecuencia en múltiples ocasiones: su redoble reunía a los individuos de la tribu para la guerra; servía, a veces, para los bailarines y los cantantes, y desempeñaba un papel muy importante en las ceremonias religiosas. Entre las antiguas naciones civilizadas, existían varias clases de tambores: los egipcios usaban un tipo pequeño; los chinos usaban uno grande parecido a nuestro bombo; el tambor favorito de los hebreos parece que fue una especie de pandereta.
Por sus diversas formas y tamaños, se clasifican en tres clases: los hechos de una única piel extendida sobre una armadura, abierta en su parte inferior, como el pandero; con una única piel sobre una parte metálica hemisférica, cerrada, como el timbal; con dos pieles, una a cada extremo de un cilindro, como el bombo y el tambor corriente.
Los timbales son, entre los diferentes tipos de tambores, los más importantes en una orquesta; pergamino o piel de becerro se extiende sobre un hemisferio hueco de metal que tiene la forma de las ollas usadas por nuestras abuelas. Esta piel se sujeta por medio de un anillo, que puede ponerla tensa o aflojarla por medio de tornillos y matizar así un sonido más agudo o más grave. Se tocan generalmente por parejas; uno produce el do de la escala y el otro produce el sol. Tres clases de palillos se usan en su manejo, uno, con esponja en su punta, para los sonidos bajos o graves; otro, con cuero, para los medios, y un tercero, con punta de madera, para los tonos altos o agudos.
El sonido producido por los tambores grandes es principalmente empleado para señalar el ritmo o acentuar las graduaciones. El tambor con tirantes, en el que éstos pueden hacer más brillante el sonido, se usa generalmente en las bandas militares. En las orquestas, sirve para aumentar la brillantez en los pasajes en crescendo.