Los antiguos situaban en el Etna los dominios de Vulcano, dios romano del fuego, que dio su nombre a los volcanes. Pero la fama tristemente célebre del volcán arranca de otros motivos: sus temibles y frecuentes erupciones, que asolan la llanura de Catania, en el centro de la cual levanta su cima, a menudo recubierta de nieves deslumbrantes. La historia registra no menos de 150 erupciones; la de 1693 causó 60000 victimas.
Utilizando un teleférico que alcanza los 3000 metros, los turistas pueden admirar, al amanecer, el cráter principal del volcán, de lavas rojizas, al tiempo que presencian una espectacular salida del sol.