En aquella época, la proa de los carros imperiales llevaban unas estatuillas magnéticas móviles, cuyo brazo extendido señalaba constantemente el norte. En el siglo XIII, Guyot de Provins, que recorrió Europa como trovador, en un poema satírico titulado Ma Bible hacía mención de una "piedra fea y negrita" que los marinos utilizaban para frotar con ella una barra de hierro que colocaban acto seguido sobre dos aristas de paja. Éstas flotaban en la superficie del agua contenida en una vasija semi llena. De esta costumbre parece que se derivó el nombre, hoy poco usado, de "calamita" (de calmusa = bálago) para designar a este dedo índice flotante, animado por ocultas influencias...
Tendría Einstein cinco años cuando, un día, su padre le mostró una pequeña brújula de bolsillo que le impresionó en gran manera. ¿Qué podía ser lo que influía sobre la aguja, obligándola a orientarse siempre en la misma dirección? Aquélla fue una de las impresiones que, más tarde, habían de llevar a Einstein a meditar sobre las misteriosas propiedades del espacio vacío. No intentaremos explicarlo. Si la aguja actúa de este modo es porque está imantada y la Tierra es, también, un enorme imán. Por tanto, la aguja se encuentra siempre dentro de un campo magnético, bajo cuya influencia gira una de sus puntas hacia el polo norte magnético y la otra hacia el polo sur magnético, los cuales no coinciden con los polos geográficos, aunque se hallan muy cerca de éstos. Cuando el eje de la brújula está colocado verticalmente. que es la posición normal de las brújulas de uso corriente, el instrumento permite medir la declinación en un determinado lugar; es decir, el ángulo variable que forman el meridiano magnético y el meridiano geográfico. Cuando el eje está colocado horizontalmente, la brújula es de inclinación y permite medir el ángulo que forman, en un lugar determinado, la dirección del campo magnético y el horizonte.