Maeterlink

MAURICIO MAETERLINK (1862-1949) Premio Nobel: 1911

Poeta y autor dramático belga. Nació el 9 de agosto de 1862 en Gante. Pertenecía a una familia burguesa e hizo sus primeros estudios con los jesuitas de su ciudad natal, a educación religiosa ejerció profunda influencia en su carácter y él mismo afirmó que los jesuitas dejaron en su espíritu una huella indeleble.
Respondiendo al deseo de sus padres estudió Derecho en la universidad gantesa y en ella consiguió graduarse. Maeterlink ejerció apenas su profesión, cuyos sinsabores fueron mayores que las satisfacciones. Se dedicó a viajar por Europa. Aún no había terminado de orientarse. Su itinerario no se completó definitivamente hasta su llegada a París (1886), le vivía horas de alegre bohemia literaria.
Maeterlink se vinculó a los autores de moda y muy especialmente a Villiera de l'Isle Adam, con quien mantuvo estrecha amistad. Había leí­do ya a Ibsen y a Bjornson y había publi­cado dos libritos de versos: "Invernadero" y "Doce canciones". En esos días su nombre recibió el espaldarazo consagratorio. Mirbeau lo alabó en "Le Figaro" y le abrió las puer­tas de la fama. En 1911 el Premio Nobel de Literatura recompensó su talento.
Cuando las sombras de la primera gue­rra mundial se cernían sobre Europa, Mae­terlink se aprestó a defender a su patria. La suya fue una lucha infatigable por los ideales pacifistas. Pero hubo de asistir a la otra guerra feroz. Y cuando vio esta vez a su país arrasado, tuvo que sumarse a las legiones de exilados. Se embarcó en Lis­boa con destino a los Estados Unidos, y allí llegó cargado de gloria y de nostalgias. En 1949 huyó del mundo para siempre. El in­signe sembrador de misterios cedió al gran misterio que tantas veces había expresado con sutil palabra iluminada...


MAURICIO MAETERLINK
EL Shakespeare belga": así lo bautizó el gran Octavio Mirbeau en un artículo escrito en "Le Figaro", a pro­pósito del drama de Maeterlink "La princesa Maleine." A partir de ese día quedó glorificado; "La princesa Maleine" se representó en París más de doscientas noches consecutivas y la crítica ensalzó al autor.
"Maeterlink es el intérprete admirable de un delicioso mis­ticismo heterodoxo, lleno de poesía mística" —escribió Bourget; "es expresión poética suprema del simbolismo y el enla­ce de éste con lo íntimo sobrenatural" —exclamó enfática­mente el gran santón del simbolismo, Villiers de l'Isle Adam; "su obra completa es la tendencia única admisible en los an­típodas del naturalismo", se apresuró a decir Zola, mientras toda Francia leía y aplaudía al gran poeta y dramaturgo simbolista, que recordaba un poco a Ibsen, a Bjornson y a los corifeos del seudomisticismo nórdico.
París, allá por 1890, vivía una densa atmósfera literaria al influjo de los movimientos surgidos de la fusión del último romanticismo de Hugo y del segundo naturalismo —el expe­rimental— de Flaubert: parnasianismo, simbolismo, precio­sismo. Maeterlink, al lado de los simbolistas, deslumhró no solamente a escritores y poetas, sino a otros artistas, como Debussy y Stanislavsky.
Las obras del gran belga adquirieron rápida difusión en todo el mundo, se tradujeron a más de quince idiomas, subie­ron a los escenarios con gran éxito y se representaron como verdaderos ejemplos de arte dramático.
La modalidad básica de sus obras son estudios sobre la parte anímica del ser. Es humano en "El tesoro de los humil­les"; enamorado en "La inteligencia de las flores"; reflexivo en "La muerte" y en "El huésped desconocido". Otras de fama son: "La vida de las abejas" y "Peleas y Melisanda".