En su forma más elemental, el periscopio es un tubo de cartón en cuyas extremidades han sido fijados dos espejuelos inclinados 45°, y cada uno de ellos frente a una abertura. Así son ciertos juguetes que se venden para ver desfiles y otros espectáculos callejeros por encima de la multitud.
Muy parecidos a éstos eran los llamados periscopios de trinchera, utilizados durante la Primera Guerra Mundial y que servían para observar al enemigo sin ser visto y poder vigilar los alrededores peligrosos sin tener que salir de la zanja... En lugar de llevar espejuelos estaban equipados con prismas de reflexión total. Pero el campo que permitían descubrir era pequeño. Posteriormente se han realizado periscopios cuya lente tiene un campo visual mucho más amplio. Las campanas de los vigías de la línea Maginot estaban equipadas con estas lentes.
Los periscopios más perfeccionados se utilizan principalmente en la marina, a bordo de los submarinos. Se componen de un grueso tubo metálico, terminado por otro tubo mucho más delgado, que es lo único que debe emerger en la superficie del agua, donde resulta prácticamente invisible. Sus dos prismas proporcionan un campo de 45° aproximadamente. Cierto dispositivo permite variar el aumento. El prisma superior puede orientarse y así se tiene la posibilidad de inspeccionar tanto el cielo como el mar. El submarino sólo saca el periscopio cuando está sumergido. Para ello es necesario que se encuentre en "inmersión periscópica"; es decir, que esté bastante próximo a la superficie, ya que el largo total del periscopio sólo es de unos 8 a 9 metros. Si se ve obligado a navegar a más profundidad o si no puede sacar el instrumento de visión exterior por una razón cualquiera-particularmente a causa de su velocidad-, el submarino está ciego y para escrutar la mar en torno suyo debe recurrir al radar. Actualmente, el periscopio también se emplea en tierra, para seguir desde un blocao subterráneo el lanzamiento de cohetes espaciales.