La Iglesia Católica, que salía por aquellos días fuerte y victoriosa de las luchas de la Contrarreforma, levantaba lujosos templos para celebrar sus triunfos, y los artistas se prodigaban a fin de hacer de estos santuarios obras grandiosas y espectaculares. Adornaban las fachadas con decoraciones macizas y embellecían los interiores con dorados, bronces, mármoles, estatuas y grandes pinturas. La poesía, la música, el teatro, el moblaje, la vestimenta, todas las artes y manifestaciones públicas y privadas de la vida, se contagiaron de este frenesí de renovación, y ofrecieron así trabajos cada vez más ricos y sorprendentes.
De esta suerte, nació en Italia y floreció, principalmente en Roma, para difundirse luego por el mundo, aquel estilo de las artes y de las costumbres conocido como "barroco".
Nobles damas y señores, altos dignatarios de la Iglesia, embajadores y magistrados acudían a los palacios de los gobernantes para asistir a fiestas en cuyo transcurso los poetas leían sus últimas composiciones, los artistas tocaban en el clavicordio las arias de los primeros melodramas y se bebían el café y el chocolate, las exquisitas novedades que España importaba de sus colonias del Nuevo Mundo.
POESÍA BARROCA
Ni siquiera la poesía, según se ha dicho, permaneció extraña a esta pasión por las formas extravagantes.Para demostrar el caudal de su imaginación y para asombrar a toda costa a los lectores, los poetas de aquel tiempo se dedicaron a florear sus escritos con las más extrañas imágenes y rebuscadas metáforas. Hubo quienes en sus versos llamaron a las nubes "colchones de cielo", otros definían al cielo como "sartén" y a la luna como "gran tortilla"; para hablar de las estrellas se las llamaba "agujeros de plata del cedazo celeste"; no faltó quien, para referirse a una dama amante del peinado, escribió: "con el rastrillo de marfil ara y cultiva". Naturalmente, cuantas más figuras audaces e imprevistas empleaba el poeta, mayor se consideraba su talento. Las poesías se transformaron así en fuegos de artificio de estrafalarias metáforas; daremos aquí una pequeña muestra. Para exaltar las hazañas guerreras de un príncipe, un poeta llevado por el énfasis decía: "a tus bronces (cañones) servirá de bala el mundo", y hasta pretendía que los mismos "sudaban fuego"; otro definía al volcán Etna como "arcipreste de las montañas que con la sobrepelliz de la nieve inciensa las estrellas".
Aun cuando resulta en extremo difícil hallar en estas composiciones algo que pudiera considerarse verdadera poesía, los poetas de aquel tiempo lograban, sin embargo, la admiración de sus contemporáneos