El filósofo griego Aristóteles (384-322 a. de C.), una figura clave en la astronomía antigua, escribió en su libro De Caelo (Sobre los Cielos) que la Tierra se encuentra en el centro de una gran esfera celeste, compuesta por cincuenta y cinco esferas cada vez más pequeñas. Cada una de estas esferas lleva un cuerpo celeste alrededor de los cielos en un movimiento perfectamente circular alrededor de la Tierra. La esfera más cercana a la Tierra (y por tanto la más pequeña) contiene a la Luna.
El área bajo la esfera de la Luna tiene cinco componentes: tierra, aire, fuego, agua, y la "quintaesencia", un elemento transparente del que están hechas las esferas. Aristóteles también creía que la Tierra, con sus imperfecciones, era una excepción a la regla donde todos los demás cuerpos celestes eran inalterables y sin defectos. Las teorías aristotélicas dominaron el pensamiento científico por casi dos mil años. Mientras que Aristóteles es considerado uno de los filósofos antiguos más importantes del mundo, sus enseñanzas en el área de la astronomía estaba lejos de ser correctas. Por esta razón, muchos historiadores creen que las teorías de Aristóteles, apoyadas por la Iglesia, en última instancia, hicieron más para obstaculizar nuestra comprensión del cosmos que para hacerla avanzar.