La complicada circulación de la sangre por nuestro cuerpo se propone una finalidad muy determinada: distribuir a todas las células las substancias nutritivas y el oxígeno y retirar las escorias producidas por dichas células. El traslado del oxígeno, gas vital para nuestro organismo, está encomendado a una proteína especial de la sangre llamada hemoglobina y que se distingue por su color rojo.
Pero este color no siempre es constante.
La explicación es bastante sencilla: la hemoglobina, al pasar por los alvéolos pulmonares, se carga de oxígeno y adquiere entonces un hermoso color rojo. Después, la corriente sanguínea la traslada a todos los tejidos y a todas las células, a las que cede el oxígeno, perdiendo de esta manera la viveza de su color.