Hoy se está de acuerdo en fechar la invención de los lentes en el siglo XIII, atribuyendo su paternidad al inglés Roger Bacon. Ya en 1267 el genial monje describía dicho artefacto en su obra Opus maius. Otros consideran como inventor al italiano Salvino Armati, muerto en 1285, en cuya tumba aparece, la inscripción «inventor degli occhiali».
Los primeros modelos de lentes, popularizados a principios del siglo XIV, eran simples armazones de madera en los que se introducían cristales. Conocidos como lentes-percha, tenían que ser sujetados con una mano. El siguiente paso lo constituyeron las lentes apoyadas sobre la nariz, los famosos quevedos. Después llegaron los lentes-cinta, que se fijaban a la cabeza con una correa de cuero. Cierres más raros fueron sin duda los lentes de pesas: en lugar de patillas tenían dos cadenitas de las que colgaban sendas bolas de plomo que se pasaban por detrás de las orejas para hacer de contrapeso y asegurar la sujeción.
En cualquier caso, los experimentos con cuerpos de propiedades ópticas se remontan a los primeros tiempos de la Historia. En Nínive, capital de Asiría, se encontró una lente de cristal de roca que probablemente se empleaba para escrituras en miniatura. De hecho, las pizarras cuneiformes que se hallaron en las mismas excavaciones resultan ilegibles sin ayuda de la lupa.
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