En Acapulco, saltar desde lo alto de esa roca es un verdadero oficio: unos treinta clavadistas profesionales saltan cada día, ante turistas que se estremecen de miedo.
El peligro de saltar es triple: en primer lugar, como la roca no es recta (se adentra 7 m en el mar) los clavadistas deben impulsarse bastante lejos para no chocar con ella; luego hay que calcular bien para no caer sobre los arrecifes; por último, en ese lugar el mar no tiene más que 3.65 m de profundidad y únicamente una buena técnica permite no estrellarse en el fondo.
Antes de ejecutar el "salto mortal", los clavadistas rezan una oración en la capilla situada en lo alto de la roca y luego se lanzan al vacío, rememorando una vieja tradición azteca.