Es terrible imaginar la amputación de un miembro y lo único a la mano para aliviar el dolor sea morder con fuerza un pedazo de cuero. No hace mucho tiempo, la cirugía sin anestesia fue una realidad para mucha gente.
En la antigua China, la acupuntura se utilizaba para reducir el dolor y desensibilizar áreas particulares del cuerpo. Dioscórides, médico griego que vivió alrededor del siglo I d. C., mencionó el uso de drogas como el opio como anestésico. El alcohol también fue utilizado para amortiguar los sentidos de los pacientes. Luego, en la década de 1800, tres tipos diferentes de anestesia salieron a la luz.
En 1799 Humphry Davy descubrió que el óxido nitroso era un gas que podía hacer reír a la gente y sugirió su uso en la cirugía. Sin embargo, el gas no fue eficaz como un anestésico en un principio.
El químico éter dietílico fue utilizado con éxito en 1846 en la extracción de un diente por el dentista William Morton. Morton quería mantenerlo en secreto, pero un paciente le obligó a revelar sus métodos.
Uno de los médicos de la reina Victoria, Sir James Young Simpson, descubrió que otra sustancia química, el cloroformo, podía ser utilizado para mitigar el dolor del parto. La misma reina lo usó cuando dio a luz en 1853. El cloroformo llegó a ser muy popular como anestésico a pesar de lo peligroso que era mal aplicado.
Actualmente diferentes sustancias, incluyendo el óxido nitroso y otros derivados, se utilizan en la anestesia, las cuales han recorrido un largo camino desde 1800.
Mucho antes de la anestesia, ya en la Edad de Piedra, personas de todo el mundo practicaban trepanaciones (perforaciones en el cráneo). Nadie está seguro para qué se realizaban. La primera trepanación de cráneo fechada se remonta 7.000 años atrás.
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