Era común en las primeras fábricas que cada trabajador hiciera un producto de principio a fin. Esto cambió en 1802 cuando el ingeniero francés Marc Isambard Brunel comenzó a producir en Inglaterra poleas de madera para aparejos de barco. En su fábrica había 45 máquinas diferentes accionadas por vapor. Para acelerar el proceso, cada trabajador efectuaba una sola operación en cada polea antes de pasársela al siguiente.