Ordeñar a mano un rebaño de vacas siempre fue una tarea ardua hasta que el ingeniero estadounidense L. O. Colvin patentó su ordeñadora, en 1860. El granjero colocó vasos de goma en las ubres de la vaca y después accionó unas bombas que extraían la leche y la llevaban por un conducto hasta un cubo. Pero la máquina no paraba de succionar, lo que hería las ubres de la vaca.
Hoy en día las modernas granjas lecheras tienen ordeñadoras automáticas capaces de ordeñar un rebaño de 100 vacas en un par de horas. En la sala de ordeño, el granjero primero lava las cuatro ubres de la vaca y después les coloca las pezoneras. La bomba de vacío del aparato succiona suavemente las ubres por pulsos, para extraer la leche igual que lo hace un ternero.