Un poco de humor

I
DE PIE junto al botellón de agua de la oficina, empecé a jactarme de los viajes de mis hijos por el mundo: uno era maestro en Bolivia, otro trabajaba en el sur de Italia y mi hija estaba terminando un proyecto de investigación en la India, donde ya llevaba un año. En eso, la observación de un colega me detuvo en seco.
—¿En qué estás fallando —preguntó— para que tus hijos quieran vivir tan lejos de ti?


II
ESTABA yo alojado en un motel barato, y pedí, ya muy entrada la noche, que me despertaran a las 6 de la mañana.
Al día siguiente me desperté antes de las 6, pero el teléfono no sonó sino oasta las 6:30.
—Buenos días —dijo un joven—. Lo llamo para despertarlo.
Enojado, le receté una perorata.
—¡Pedí que me llamaran a las 6! —me quejé—. ¿Qué tal si hubiera tenido que cerrar un trato de 1 millón de dólares y lo hubiera perdido por culpa de su negligencia?
—Bueno, señor —respondió al punto el recepcionista—, me parece que si usted hubiera tenido que cerrar un trato de 1 millón de dólares, no se habría quedado en este motel. —