Los deportistas que practican juegos de pelota saben todo acerca del efecto, y no sólo lo utilizan para hacer que la pelota cambie de dirección al tocar el suelo sino también para que describa curvas caprichosas en el aire.
En el siglo XIX el físico británico Lord Rayleigh llamó efecto Magnus a la trayectoria curvilínea que siguen las pelotas al girar sobre su propio eje, en recuerdo del investigador alemán Heinrich Gustav Magnus. Cuando una pelota es arrojada con efecto, jala aire a su alrededor en el sentido del giro, y al rozar la superficie de la pelota dicho aire es acelerado por un lado y frenado por el otro. Como el aire acelerado ejerce menor presión, el que pasa por el lado opuesto de la pelota crea una diferencia de presión que hace que la bola se curve.
El uso del efecto tiene ventajas en muchos deportes. Los tenistas profesionales, por ejemplo, pueden efectuar saques en los que la pelota parece salir de la cancha pero que repentinamente cae dentro de la línea de servicio.
Los jugadores de golf tienden a imprimirle efecto a la pelota cuando realizan el drive —ésta sale disparada a más de 160 km/h y girando a unas 50 revoluciones por segundo (rps)—. Como al principio el efecto contrarresta la fuerza de gravedad, la pelota sigue una trayectoria
rectilínea. Con los hierros de número mayor, que producen un efecto más marcado, la pelota incluso puede ser vista aí elevarse. Si el golpe se realiza con la cabeza del palo en ángulo, la pelota cambiará de dirección al caer y rodará a terreno de rough.
En el béisbol, el lanzador coge de diversas maneras la bola para imprimirle distintos efectos y hacer que describa diferentes curvas. La más común es la "curva baja", en la que la pelota tiende a apartarse del bateador al caer. Algunos lanzadores se especializan en la "bola de tornillo" o "de tirabuzón", que se curva hacia el bateador. Dichos lanzamientos implican efectos de hasta 38 rps, que trazan un arco de unos 60 cm entre el montículo del lanzador y el plato de bateo.
El efecto también se aprovecha en el rugby y en el fútbol americano con mucha sutileza. Al patear el ovoide éste gira alrededor de su eje longitudinal y se desplaza en línea recta, pero al comenzar a caer el eje de giro cambia y el balón empieza a desviarse. Así pues, un pateador hábil puede hacer que el ovoide describa una trayectoria paralela a la línea de banda sabiendo que al caer se saldrá de la cancha.
Los jugadores de criquet también pueden hacer que la pelota describa curvas pero sin que gire sobre su eje. Para ello aprovechan el que el palo produce una ligera turbulencia de aire alrededor de la pelota que hace que éste circule más deprisa sobre un lado de la misma. Como se mencionó, dicha diferencia de presión hace que la pelota se desvíe de su curso rectilíneo. Muchos jugadores aumentan esa diferencia de presión frotando uno de los lados de la bola en sus pantalones.
En el siglo XIX el físico británico Lord Rayleigh llamó efecto Magnus a la trayectoria curvilínea que siguen las pelotas al girar sobre su propio eje, en recuerdo del investigador alemán Heinrich Gustav Magnus. Cuando una pelota es arrojada con efecto, jala aire a su alrededor en el sentido del giro, y al rozar la superficie de la pelota dicho aire es acelerado por un lado y frenado por el otro. Como el aire acelerado ejerce menor presión, el que pasa por el lado opuesto de la pelota crea una diferencia de presión que hace que la bola se curve.
El uso del efecto tiene ventajas en muchos deportes. Los tenistas profesionales, por ejemplo, pueden efectuar saques en los que la pelota parece salir de la cancha pero que repentinamente cae dentro de la línea de servicio.
Los jugadores de golf tienden a imprimirle efecto a la pelota cuando realizan el drive —ésta sale disparada a más de 160 km/h y girando a unas 50 revoluciones por segundo (rps)—. Como al principio el efecto contrarresta la fuerza de gravedad, la pelota sigue una trayectoria
rectilínea. Con los hierros de número mayor, que producen un efecto más marcado, la pelota incluso puede ser vista aí elevarse. Si el golpe se realiza con la cabeza del palo en ángulo, la pelota cambiará de dirección al caer y rodará a terreno de rough.
En el béisbol, el lanzador coge de diversas maneras la bola para imprimirle distintos efectos y hacer que describa diferentes curvas. La más común es la "curva baja", en la que la pelota tiende a apartarse del bateador al caer. Algunos lanzadores se especializan en la "bola de tornillo" o "de tirabuzón", que se curva hacia el bateador. Dichos lanzamientos implican efectos de hasta 38 rps, que trazan un arco de unos 60 cm entre el montículo del lanzador y el plato de bateo.
El efecto también se aprovecha en el rugby y en el fútbol americano con mucha sutileza. Al patear el ovoide éste gira alrededor de su eje longitudinal y se desplaza en línea recta, pero al comenzar a caer el eje de giro cambia y el balón empieza a desviarse. Así pues, un pateador hábil puede hacer que el ovoide describa una trayectoria paralela a la línea de banda sabiendo que al caer se saldrá de la cancha.
Los jugadores de criquet también pueden hacer que la pelota describa curvas pero sin que gire sobre su eje. Para ello aprovechan el que el palo produce una ligera turbulencia de aire alrededor de la pelota que hace que éste circule más deprisa sobre un lado de la misma. Como se mencionó, dicha diferencia de presión hace que la pelota se desvíe de su curso rectilíneo. Muchos jugadores aumentan esa diferencia de presión frotando uno de los lados de la bola en sus pantalones.