No es que Thomas Alva Edison fuera un muchacho malo sino uno muy curioso, él sólo quería ver "qué pasaría si...". Así fue como el pequeño fuego que inició en el granero de su padre se convirtió en uno grande.
Se trataba de sólo un experimento. Se metió en tantos problemas experimentando, que su madre solía mantener una rama de abedul detrás del viejo reloj con el que golpearlo.
A Edison le gustaba tanto mezclar distintos productos químicos en el sótano, que su padre estaba seguro de que iba a quemar la casa. Su padre tenía una buena razón para preocuparse.
Cuando tenía 10 años, Edison se trasladó con todos sus productos químicos a un viejo vagón que la gente del ferrocarril le permitió usar. ¿Qué mal podía haber en dejar que un joven realizara algunos experimentos? Era lo que pensaban.
Sin embargo, pronto cambiaron de opinión cuando Edison empezó un incendio en el vagón que le habían prestado. No más experimentos con productos químicos. Edison se fue a trabajar en el ferrocarril a la edad de 12 años, vendiendo dulces y periódicos.
No dejó de experimentar, sin embargo, y su genio finalmente nos dio el fonógrafo, la bombilla de luz, la cámara de cine, y muchos inventos más.