Cuando uno se siente caliente o frío, en realidad es la temperatura de su sangre la que siente. Dado que el ser humano está considerado como un animal de sangre caliente (junto con las aves y otros mamíferos), el cuerpo mantiene una temperatura promedio de 37,0 grados centígrados (98.6 grados Fahrenheit), no importando la temperatura del ambiente que nos rodea. Cada especie de animal de sangre caliente tiene su propia temperatura corporal. La temperatura normal de nuestro cuerpo es mantenida por una parte del cerebro llamada hipotálamo.
El hipotálamo, aparte de controlar el hambre y la sed, es en realidad un "centro de la temperatura", que recibe mensajes de los nervios de la piel en el cuerpo. El hipotálamo regula la temperatura de la sangre al aprovechar los alimentos para generar calor cuando el aire exterior es frío, y enfriar la sangre cuando la temperatura exterior es muy caliente.
El hecho de temblar y realizar actividades físicas genera calor para el cuerpo en un clima frío; mientras que sudar y jadear, enfría nuestros cuerpos en el tiempo cálido. Así que cuando hay un cambio en la temperatura de la sangre, nuestro cuerpo ajusta automáticamente la temperatura para conseguir que vuelva a la normalidad.
Los animales de sangre fría (todos, excepto mamíferos y aves), por el contrario, no son capaces de controlar su propia temperatura corporal y tienen que recurrir a otros medios. Los reptiles, por ejemplo, buscan la luz del sol para calentarse y se retiran a la sombra cuando están calientes. Algunos peces aumentan la actividad de sus músculos para generar calor corporal.