Nuestro corazón es una especie de bomba que envía sangre a todas las partes del cuerpo, ya que ninguno de sus células podría trabajar o crecer sin ella.
La sangre tiene tres funciones principales: llevar el alimento y oxígeno para permitir que las células de nuestro organismo trabajen y crezcan; para transportar los desechos de estas células a los órganos que los expulsan fuera del cuerpo, y ayudar en la lucha contra los gérmenes que provocan enfermedades.
Mientras la sangre viaja por todo el organismo realizando estos trabajos importantes, sigue una ruta determinada a través de unos conductos llamados vasos sanguíneos.
Hay tres tipos principales de vasos sanguíneos: arterias, venas y capilares. Cuando la sangre es bombeada fuera del corazón, se dirige a las arterias principales, luego entra en la arterias más pequeñas, y en los capilares. Los capilares son como puentes entre las arterias y las venas. Son pequeños vasos sanguíneos que no se pueden ver sin un microscopio. Sin embargo, estos capilares tienen un propósito muy importante. Son como "comerciantes", porque es a través de sus paredes delgadas que la sangre intercambia los alimentos y el oxígeno por los materiales de desecho que las células del cuerpo no necesitan.
La sangre viaja desde los capilares hacia las venas pequeñas y luego a las venas grandes y de éstas, a las más grandes. Por último, estas venas más grandes devuelven la sangre al corazón. Las idas y venidas que hace la sangre es un proceso continuo que sigue y sigue mientras una persona está viva. Cada viaje de la sangre desde el corazón, a través del cuerpo, y de regreso al corazón se realiza en menos de un minuto. Y este viaje de ida y vuelta sucede miles de veces cada día.
Si todos los vasos sanguíneos de nuetro cuerpo se enderezaran y se colocaran de extremo a extremo, tendrían unos 160.000 km de largo, ¡o el largo suficiente para dar la vuelta al ecuador cuatro veces!