Al pasar el tiempo, esta creencia continuó, pero el procedimiento se modificó de manera que una sola persona pudiera desear algo para su propia buena suerte sin necesidad de que otra persona lo deseara también. Todo lo que la persona tenía que hacer era cruzar su dedo medio con el dedo índice y pedir un deseo.
Hoy decimos: "Voy a mantener mis dedos cruzados", y eso significa la esperanza de que un deseo se haga realidad, o de que nada malo vaya a estropear nuestra buena suerte.