Estos antiguos buceadores se dieron cuenta de que entre más aire aspirado un buceador podía contener más tiempo podía permanecer bajo el agua. Algún buceador, nadie sabe exactamente quién, ideó la forma de llevar más aire con él, en el interior de un tipo de bolsa o vejiga. Esta vejiga se hacía de piel de cabra, oveja o cerdo.
La bolsa era aceitada para que fuera impermeable al agua, a continuación, todas, menos una pequeña abertura, eran cosidas herméticamente.
Antes de entrar al agua, el buzo llenaba la vejiga con aire. Luego, el hombre se ataba una pesada piedra alrededor de su cintura para hundirse bajo el agua, y bucear en el fondo. Mientras trabajaba en el fondo del océano, tomaba sorbos de aire de la piel inflada a intervalos.
Las esponjas por las cuales este pueblo antiguo buceaba, parecen plantas, pero en realidad son animales, con la notable capacidad de volver a crecer las partes de sus cuerpos que llegan a romperse.
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