Entre los muchos infortunios que nos puede deparar el frío hemos de tener en cuenta los sabañones, trastorno tan común y poco grave, como molesto y pertinaz. El dolor, la picazón y la incapacidad funcional que producen son tan enojosos que bien merecen nuestra consideración.
La medicina describe el sabañón con el nombre de Eritema Pernio. En general se caracteriza porque aparecen unos enrojecimientos en la piel, limitados o extensos, fugaces o permanentes, que son producidos por un aumento de la cantidad de sangre en la zona enrojecida. Esto se debe a que los finos vasos sanguíneos que circulan por la piel se dilatan y entonces el líquido hemático se estanca.
Comúnmente los sabañones suelen aparecer en aquellas regiones del cuerpo que están más expuestas a la acción del frío y que tienen disminuida la circulación de la sangre; por esto tiene preferencia por la piel de las piernas femeninas, la que cubre la canilla, el dorso de los dedos, los bordes de las orejas y la punta de la nariz. La primera manifestación del mal consiste en una simple congestión o hinchazón. Poco después aparece un abultamiento duro que pica inmisericordiosamente al acostarse. El picor es tan intenso que no hay voluntad humana que resista la tentación de rascarse, por lo que el abultamiento, frotado una y otra vez acaba por ulcerarse y al final se cubre con una costra que se desprende, dejando una llaga de feo aspecto y de difícil curación.
Los sabañones son debidos a la acción directa del frío aunque en realidad no se sabe por qué razón unas personas se libran de ellos y en cambio otras sufren de esta molestosa condición todos los años. Se han invocado múltiples causas para explicarlo; incluso algunos han sostenido que tienen un origen tuberculoso. Pero en realidad parece ser que su génesis debe buscarse en un defecto local de la circulación que se puede deber a trastornos nerviosos, hormonales, vasculares o alimenticios.
Ante un abultamiento que se parezca a un sabañón lo primero que debe hacerse es descartar la posibilidad que lo estemos confundiendo con otra enfermedad parecida. Afortunadamente la cosa es fácil: tómese un pedazo de vidrio y apliqúese sobre la zona enrojecida haciendo una ligera presión sobre la misma; si el abultamiento empalidece es un sabañón; si es debido a una extravasación sanguínea, esta sencilla exploración resulta negativa.
Se han ensayado muchos remedios con el fin de combatir los sabañones. Esto quiere decir que no se ha encontrado uno que sea realmente efectivo, pues cuando una medicina resulta específica para una enfermedad determinada los restantes procedimientos curativos quedan eliminados. En este caso se han usado el cloruro de calcio, las pomadas de árnica, el salicilato de mercurio, el mentol, el cloral y el aceite de salvia. También se emplean ciertas drogas para tomar por la boca cuyo fin es obtener la vasodilatación de los capilares para aumentar de esta manera la circulación la sangre. Tal es lo que se pretende con la acetilcolina, la eufilina y ciertos medicamentos por el estilo. Igualmente se han empledo la cortisona y las hormonas. Pero la verdad es que hasta hoy, una vez ha salido el sabañón solamente desaparece cuando la temperatura mejora.
En cambio, esta condición puede prevenirse. Parece ser que la administración de Ictiol durante seis semanas evita la salida de los sabañones. No obstante esta medicina no debe tomarse sin la índicación del médico pues en ocasiones es perjudicial para la salud. La cura debe iniciarse al empezar el otoño y se tiene que acompañar con la administración de fuertes dosis de vitamina D. Los resultados obtenidos hasta ahora con este tratamiento preventivo son bastante alentadores pues si bien no eliminan completamente los sabañones, por lo menos logra que salgan menos bravos y que sean más llevaderos.