¿Cuándo las especias valían más que el oro?

   Las valiosísimas especias, que ha­bían sido la fortuna de las repúbli­cas marineras, eran conocidas y se utilizaban en Europa desde los tiem­pos más antiguos. Sin embargo, su origen seguía siendo un misterio. Los mercaderes árabes solían faci­litarlas a los comerciantes euro­peos con asiduidad, pero aquellos astutos aventureros jamás habían revelado su procedencia. Sólo gracias a los grandes viajes de exploración fue posible conocer el origen de la nuez moscada, la canela y el clavo. Este último lo encontraron los holandeses en las islas Molucas. Durante mucho tiem­po se procuró impedir que se «ro­baran» ejemplares de la planta del clavo con el propósito de trasplan­tarlos a otras posesiones colonia­les, pero en el siglo XVIII el cultivo del clavo se extendió ampliamente a otras regiones tropicales. Hoy existen grandes plantaciones de clavo en Madagascar, donde lo in­trodujeron los franceses. En la épo­ca de la floración el intenso perfume de estas plantas se aspira a 300 ki­lómetros de la costa. El cultivo de la canela se halla tam­bién extendido actualmente por mu­chos países tropicales. La canela procede de la parte inte­rior de la corteza de un árbol que crece espontáneamente en la isla de Ceilán y en la India. Hace algu­nos siglos se la consideraba tan preciosa que hasta había provocado auténticas guerras entre las nacio­nes deseosas de controlar su pro­ducción. La isla de Ceilán (actual Sri Lanka) pasó del dominio portugués al holandés, y luego al inglés, precisamente por­que estos tres países aspiraban a adueñarse de las plantaciones. La especie más conocida y solici­tada sigue siendo la pimienta. En la Edad Media, los pequeños granos negros de esta substancia picante eran considerados tan valiosos, que alguien llegó a proponer su utiliza­ción en calidad de moneda para los intercambios.

   Sus grandes hojas, dispuestas en hélice, son ovaladas. Las flores se presentan arracimadas en espigas colgantes y producen unos frutos esféricos, que primero son verdes y después rojos. Si se recogen en esta fase de maduración y se dejan secar, se convierten en oscuros y arrugados, dando lugar a la pimien­ta negra, que es la más corriente. Si. por el contrario, se dejan madu­rar del todo, los frutos de la pimien­ta adquieren una coloración parda y producen en su interior una sola semilla redonda. Liberada de la cas­cara, la semilla forma la pimienta blanca, de sabor menos picante.