El suelo bajo nuestros pies es la capa más externa de la Tierra, llamada corteza. Está hecha de roca dura, y cubierta de tierra o agua. La corteza tiene unos 40 kilómetros de espesor bajo los continentes, pero sólo unos 8 kilómetros debajo de los océanos. Si se compara la profundidad de la corteza con el tamaño total de la Tierra, no es más gruesa que la cascara de un huevo.
La corteza flota sobre otra capa llamada manto. Aquí las rocas están tan calientes que casi se hallan fundidas o líquidas. El manto mide cerca de 2.900 kilómetros de espesor.
La tercera capa, el núcleo externo, tiene unos 2.200 kilómetros de espesor y también es líquida, pero la mayoría de sus componentes son hierro y níquel, que son metales. Los metales líquidos cubren el núcleo interno, que es una esfera de níquel y hierro sólidos de 2.500 kilómetros de diámetro. La temperatura en el centro de la Tierra alcanza los 4.500 °C, pero la presión en el núcleo es tan grande que los metales no se funden. Los científicos estudian las capas terrestres a través de las ondas sísmicas que se propagan por el suelo después de enormes explosiones subterráneas, como los terremotos.