EL oráculo de Delfos, santuario dedicado al dios Apolo y al que acudían los griegos cuando deseaban conocer el futuro, había pronosticado: "Los atenienses defenderán su ciudad con murallas de madera". Pero éstas no ofrecían mayor seguridad que las de piedra. ¿Cómo debían interpretarse, pues, estas palabras? Las opiniones eran dispares. Algunos pensaban que debía rodearse la Acrópolis con empalizadas. En cambio, Temístocles afirmó que Atenas debía ser defendida con naves, precisamente de madera. Y los hechos demostraron que tenía razón. Lo cual evidenció el talento de este ilustre griego.
SAGACIDAD DE TEMÍSTOCLES
Nacido en Atenas alrededor del año 525 antes de Cristo, Temístocles pertenecía a una familia pobre pero de ilustre ascendencia. Por ello pudo alcanzar, con su preclara inteligencia, altos cargos públicos Su carrera tuvo comienzo poco antes de las guerras médicas. De carácter enérgico, pronto se reveló capacitado para influir sobre sus conciudadanos, entre muchos de los cuales gozaba de autoridad. De joven escuchaba distraídamente los consejos que le daban, tendientes a mejorar su conducta, su modo de conversar y su cultura. Pero no perdía sílaba si las sugerencias podían facilitar sus planes y enseñarle algo nuevo.
En aquellos tiempos, el imperio persa amenazaba otra vez la libertad de Grecia, a la que ya había intentado someter en el 490 a. de C. Temístocles intuyó que Atenas sólo podría salvarse de un nuevo ataque reforzando su flota, para que así pudiera defender las costas de la península. Efectivamente : Grecia, que ofrece un gran desarrollo costero, se hallaba expuesta a los ataques por mar. Y solamente una poderosa marina de guerra podía alejar este peligro.
Convertido en jefe de Estado, Temístocles hizo construir un gran puerto militar: El Píreo. Luego convenció a los atenienses de que renunciaran a las rentas de las minas de plata del monte Laurio, con el objeto de construir con ese dinero cien buques de guerra de los llamados "trirremes", porque eran impulsados por tres hileras de remos. Temístocles comprometió a cada ciudadano rico a que tomara a su cargo, por el término de un año, todos los gastos de una nave. En esa forma, las cien naves se construyeron en un año. No había mucho tiempo que perder, pues en 481 a. de C., el rey de los persas, Jerjes, emprendía la invasión de Grecia con un ejército inmenso: dicen que contaba con 1.500.000 soldados y 1.200 barcos de combate. Cuando ese ejército se detenía para alimentarse, la ciudad hospitalaria quedaba arruinada.
Para facilitar el paso de las tropas a Grecia, el rey había hecho construir dos puentes de buques sobre el Helesponto, el actual estrecho de los Dardanelos. La flota griega se hallaba compuesta por unos 380 barcos de guerra y el ejército contaba con 75.000 soldados. El encuentro se presentaba, pues, desastroso para los griegos. Sólo el talento y la previsión de Temístocles pudieron salvar a Grecia de tan temible invasión.
Un ejército de 5.100 hoplitas, comandados por el rey de Esparta, Leónidas, había sido enviado al paso de las Termopilas para detener el avance del enemigo. Pero algunos griegos lo traicionaron, revelando a los persas un pasaje secreto que les permitió cercar a Leónidas, que se había quedado con sólo 300 espartanos para morir cumpliendo con su deber. A pesar de su heroica resistencia, Leónidas fue vencido y muerto. El camino estaba libre y Atenas fue saqueada.
LA BATALLA DE SALAMINA
Cuando los griegos conocieron la derrota de las Termopilas, reunieron la flota en las cercanías de la isla de Salamina, frente a Atenas. Las naves persas se acercaron y los griegos, aterrados por el gran número de adversarios, quisieron retirarse. Correspondió a Temístocles salvar la situación mediante una estratagema. Envió a Jerjes un servidor de confianza. Este fingió ser un traidor y confió al rey de los persas que los griegos se preparaban para huir a la mañana siguiente, de modo que debía atacarlos inmediatamente. En efecto, a la mañana siguiente los griegos se hallaron rodeados de buques persas. Temístocles había logrado que se vieran obligados a combatir. Durante la lucha, los barcos persas se entorpecieron entre sí por su mismo número: al maniobrar chocaban unos con otros, averiándose, y se comunicaban el fuego de los incendios. En cambio, los buques griegos, más ágiles, más bajos, se mostraron superiores y ganaron la gran batalla. La flota persa, diezmada, huyó hacia el Helesponto, y Temístocles pudo volver triunfante a Atenas, satisfecho de la victoria y rodeado de la admiración de los griegos. Era el año 480 antes de Cristo.
EL EXILIO
Algunos ciudadanos, envidiosos de la popularidad de Temístocles, convencieron a los atenienses de que aquél, ávido de poder, les quitaría la libertad. Y, condenado al exilio, huyó a la corte del rey persa Artajerjes, donde permaneció muchos años como huésped. En 461 a. de J. C., el rey persa decidió atacar nuevamente a Grecia. Conociendo la capacidad de Temístocles, lo invitó a asumir el mando de la flota. Este no quería mostrarse ingrato para con el rey, pero de ningún modo podía traicionar a su patria. Es tradición que, en esa emergencia, el denodado ateniense se suicidó. Así, por segunda vez Temístocles salvó la libertad de Atenas.