Carlos I de España

   Carlos de Habsburgo nació en Gante (Flandes, hoy Bél­gica), en 1500. Pasó su niñez primero en Malinas y luego en Bruselas, bajo la guía de su tía Margarita de Austria.
   El joven príncipe amaba los ejercicios deportivos, y al­ternaba sus estudios con lecciones de esgrima y prolonga­das cabalgatas. Pero bien pronto onerosas responsabilida­des y pomposos honores lo distanciaron de sus distraccio­nes: a los 16 años se vio convertido en rey, y a los 19 en emperador de uno de los imperios más vastos... La tempra­na muerte de sus progenitores y la de sus dos abuelos que reinaban en España y en Austria, respectivamente, lo co­locaron a la cabeza de un inmenso territorio.
   En 1516, a la muerte de su abuelo materno Fernando de Aragón, el príncipe Carlos se convirtió en rey de España y de sus territorios en el Mediterráneo y en el Nuevo Mundo, con el título de Carlos I. Tres años después mu­rió el emperador Maximiliano I, quien de­jó a Carlos, Austria y sus correspondientes posesiones y territorios europeos.
   El prestigio que Carlos I conquistó como soberano de tales territorios, lo convirtió en candidato a la corona imperial de Ale­mania (cuyo soberano era designado me­diante una complicadísima "elección").
   Pero había otros dos gobernantes europeos que por su poder, su riqueza y su prestigio, podían pretender tan alto cargo electivo. Eran Francisco I de Francia, y Enrique VIII de Inglaterra.
   Los reyes competían en ofrecer florines sobre florines a los electores germánicos pa­ra asegurarse sus votos. No obstante, aun­que Carlos era menos rico que los otros y ofreció una cifra inferior (850.000 florines de oro), fue preferido y elegido emperador de Alemania, con el nombre de Carlos V.
   Desde el tiempo de Carlomagno, no se había visto nunca en Europa un imperio tan vasto. Carlos V, dueño ya de casi toda América, podía decir muy bien que en sus dominios "no se ponía el sol".
   Durante 37 años, desde 1519 hasta 1556, Carlos V debió afrontar numerosos y com­plicados problemas. Luchas y negociaciones con Francia; la revuelta de los protes­tantes en Alemania y en los Países Bajos. En Italia debió actuar con habilidad para mantener su dominio. En ciertos momentos fue aliado de los papas, y en otros, enemi­go. Debió combatir a los turcos que, al man­do de Solimán II, llegaron hasta las puer­tas de Viena. Al frente de su flota se trabó contra el terrible pirata Barbarroja.
   Aunque fue un habilísimo gobernante, Carlos V no logró mantener unido su im­perio, habitado por subditos de distintas na­cionalidades. Cansado y sufriente, abdicó y se retiró al monasterio de los Jerónimos de Yuste, donde murió en 1558.

CARÁCTER Y ASPECTO FÍSICO

   Carlos V era de estatura mediana; tenía ojos azules, cabellos castaños y nariz del­gada y aguileña. La mandíbula saliente de los Habsburgo parecía más prominente por la barba. El emperador no gustaba de los vestidos fastuosos; llevó siempre trajes sen­cillísimos para la moda de la época.
   Conservó durante toda la vida la gloto­nería de los flamencos, amigos de los ali­mentos sumamente sazonados y de los vi­nos buenos. Basta considerar que por la ma­ñana, apenas levantado, antes de iniciar su labor y como desayuno, comía por lo ge­neral un pollo entero cocinado en leche con azúcar y condimentos. Los exce­sos en la alimentación le causaron la gota que lo torturó, a veces en forma atroz, durante los últimos veinte años de su vida.