El tulipán, la flor de Holanda


Ninguna flor de nuestros jardines pre­senta aspecto más hermoso ni mayor variedad en formas y colores que el tulipán. De esta bellísima planta, los floricultores han logrado, por cruzamien­tos inteligentes, miles de variedades. Hay tu­lipanes sencillos y do­bles, con todos los co­lores del arco iris, muy llamativos o jaspea­dos; son muy bellos los de colores lisos, como los blancos, amarillos, anaranjados, rojos bri­llantes o purpúreo-obs-curos; muy delicados y bellos son aquellos cu­yos pétalos están man­chados de colores di­versos. Las grandes y vistosas flores se abren solitarias en el extremo de un tallo, escapo o bohordo que se yergue en el centro de las an­chas hojas verdes. Los campos de tulipanes semejan una formación policroma de bellísimas flores que nos ofrecen los más diversos y variados matices.

La locura por los tulipanes
El tulipán es originario de Asia; fue introducido en Europa desde Constantinopla hace unos tres si­glos, se desarrollaron allí nuevas especies y fué flor que estuvo de moda durante más de cien años. Des­de 1600, Holanda fue el centro de su cultivo. Actual­mente, se cultivan en este país millones de bulbos para la exportación. En 1634, empezó la tulipomanía, asombrosa locura que permitió vender los bulbos al peso, como si fuesen diamantes; algunas veces, se pagaron pequeñas fortunas por un solo bulbo. La ad­miración por los tulipanes y el interés en su cultivo eran cuestiones secundarias en esta locura, que duró bastante tiempo. Hoy su popularidad estriba prin­cipalmente en el hecho de que sus deslumbrantes co­lores decoran nuestros parques y jardines cuando todavía las otras plantas están en capullo.