¿Cuál es el origen de la palabra Tabú?

    En sus correrías por el Oceáno Pacífico, el célebre capitán Cook arribó en 1777 a la isla de Tongatabu, en la que lo sorprendió la frecuencia con que los nativos que la poblaban, entre muecas y aspavientos, pronunciaban la palabra tabú en las más distintas ocasiones y con los más diversos motivos. Su curiosidad lo llevó a averiguar su signi­ficado; sus indagaciones lo condujeron a descubrir que con ella se quería significar algo que estaba ve­dado o prohibido, por lo que no podía ser tocado sin sufrir el que tal hacía consecuencias favorables o desfavorables. Esta idea o concepto mágico se ex­tendía por diversos archipiélagos; en el resto de Po­linesia, se le daba el nombre de tapú; en Melanesia, tambú, y en las Hawaii, kapú.
    El tabú representa una prohibición mágica o re­ligiosa que puede referirse a una persona, a un animal, planta o lugar, en determinadas condiciones de tiempo o en circunstancias de las más diversas y variadas.
La violación del tabú acarrea castigos impuestos por los jefes, sacerdotes o magos de la tribu, pero más que de carácter concreto y material son de sig­nificación mágica, a causa del poder sobrenatural que emana de la persona o cosa tabú, lo que deter­mina una desventura para el violador a los ojos de sus coterráneos y a los suyos propios, al ponerse en juego, desatadas contra él, las fuerzas invisibles per­judiciales. El que contraviene el tabú contrae enfer­medades que le envían los espíritus malignos, sufre graves riesgos y aun la muerte. A veces, los indivi­duos de su propia tribu lo sacrifican en seguida, para evitar que el maleficio se difunda entre los demás.
    Su poder o el maleficio que de él dimana es trans­misible. A veces, determinados sujetos que gozan de ciertas virtudes, condiciones mágicas, prerrogativas de casta, dignidad o jerarquía, al contacto con el tabú se hacen más dignos de respeto, se impregnan de su poder religioso o mágico, o adquieren virtudes sobrenaturales; incluso ellos pasan a ser tabú. En Tahití y en otros países, se cree que las personas o cosas que son noa, es decir, que no gozan de este poder, se hacen tabú en tales circunstancias. Así, se hace tabú el lugar donde el mago pone el pie, al me­nos, durante cierto tiempo, o el plato en el que come el Mikado y que está en contacto con él. Pero el contacto con el tabú es, por lo contrario, fatal si la persona o cosa no gozan de aquellas condiciones o jerarquías. Un ejemplo muy demostrativo era el tan conocido de la influencia que emanaba del Arca de la Alianza, que veneraba el pueblo de Israel; tan sólo podían manejarla los sacerdotes, y producía grave daño quebrantar esta norma. En ocasiones, el individuo tabú, si de nuevo se ha de incorporar a la vida normal, necesita sufrir un proceso de puri­ficación.
    Son tabú, no sólo las personas y las cosas, sino incluso ciertos días o períodos del año, como las fa­ses de la Luna, que influyen favorable o desfavora­blemente en la siembra, la recolección, la caza, la pesca. Así, es conocido el hecho de que en la Anti­güedad, eran nefastos los días en que el Sol entraba en la constelación del Can; una supervivencia de esta creencia entre nosotros es la expresión días perros, aplicada a aquellos en que nos ha ocurrido al­guna desgracia o hemos sufrido penalidades. En algunos pueblos, el enfermo y el cadáver son tam­bién tabú.
    Una interpretación mágica que no deja de tener relaciones con la significación de este vocablo es el tótem, manifestación también de procesos relaciona­dos con lo subconsciente, como trata de demostrar Freud en su obra Tótem y Tabú, tan discutida.
    El tótem implica una relación estrecha entre el hombre, una tribu, pueblo o grupo humano con un objeto natural, con un ser animal, o a veces, con su espíritu. Estas creencias están extendidas, sobre todo, entre los pueblos indios americanos; la palabra pro­cede de los indios ojibwa, que corresponden al grupo algonquino del Canadá. Una forma de tótem existe en América Central y se extiende hasta México; en él, se supone que al nacer, se establece una estrecha relación entre los recién nacidos y su nagual, verda­dero tótem individual, por lo que se ha denominado a esta forma nagualismo.
    El hechicero es el que liga el destino del hom­bre desde su nacimiento a un animal, que viene a representar el segundo yo o doble, al extremo que su vida, su salud y su muerte están ligadas de un modo indisoluble a la de su nagual. En sus luchas con los indígenas, los conquistadores conocían el te­mor de los guerreros aztecas al daño que pudiera sufrir su nagual, que combatía a su lado y los pro­tegía; por eso, apenas el español mataba un animal tal como un pájaro verde, que pudiese ser el nagual o tótem de un determinado guerrero indígena, éste se sentía perdido.
    Este y otros conceptos análogos han tenido diver­sas y complejas interpretaciones en la Etnología, en la magia y en los mitos de los pueblos. La idea totémica ha creado entre los pueblos indios del Canadá los famosos palos totémicos. en los que como verda­deros árboles genealógicos se señalan y representan los antepasados de la familia, de la tribu o del grupo y su evolución en el pasado. En algunos casos, como sucede en Australia, la mujer encinta llega a supo­ner que encarna en ella el tótem de los antepasados para ser regenerado. Entre los ainús, pueblo pesca­dor, se casan todos los años con gran solemnidad dos doncellas de la tribu con una de las redes de pesca, a fin de que su espíritu sea propicio en las pescas futuras.
    La obra de Freud encuentra en estas primitivas ideas mágicas el origen de no pocas creencias, temo­res, supersticiones y consejas que persisten en las gentes civilizadas.