Arañas gigantescas

   «Con otras clases de animales, y aun con las plantas, el hombre siente un cierto parentesco, pero las ara­ñas no pertenecen a su mundo. Sus hábitos, psicología y ética extra­ños parecen pertenecer a algún otro planeta donde las condiciones son más monstruosas, más agresivas, más alocadas, más atroces, más in­fernales, que en el nuestro. El terror y la arbitrariedad aparecen como una parte de su naturaleza y permanecemos aterrados cuando empe­zamos a comprender que ellas están mucho mejor armadas y equi­padas para su trabajo en la vida, que lo que estamos nosotros para el nuestro.» Así escribe el Dr. W. E. Stafford, naturalista del Departamento de Agricultura de EE.UU., y seguramente existe acuerdo general con su pensamiento. Uno se estremece con la idea de algún otro planeta donde las arañas y sus semejantes, habiendo desarrollado la mente del mismo modo que los seres humanos, fueran los animales domi­nantes.

   En un tiempo, seres gigantescos semejantes a las arañas, dominaban la tierra. Eran tan grandes como leones o gorilas. Su reino fue la tierra de la era geológica silúrica de hace 350 millones de años —una era de cálidos y tranquilos mares que, especialmente en el hemisferio norte, cubrieron grandes superficies que ahora son tierra seca. Estos seres fueron los euríptidos, o escorpiones de mar, cuyos parientes vivos más cercanos son el cangrejo-herradura de sangre color azul cielo, que es común a lo largo de la costa del Atlántico de los Es­tados Unidos, y el escorpión terrestre de colmillo venenoso. Ellos exceden en medidas a todos los animales invertebrados existentes. «Muchos eran de 1,50 a 1,80 m de largo; uno era de 2,74 m de l­argo. Presumiblemente, eran nadadores, seres voraces con mandíbulas fuertes y trituradoras. Se cree que su presa principal la constituían los pequeños trilobites de forma de cangrejo, con los cuales compartían un ancestro común. Estos eran animales con caparazón y las huellas de sus duras conchas en el barro (que luego se transformó en roca) son unos de los más antiguos testimonios de la vida animal sobre este planeta. Los trilobites eran seres que se arrastraban en el fondo de los mares poco profundos. Su única defensa era enrollarse sobre sí mismos transformándose en una bola. Parecen haber sido la forma dominante de vida durante, por lo menos, 100 millones de años.