¿Se pueden contar las estrellas?

   Con una mirada atenta al firmamento en una noche despejada nos parecerá que ve­mos un número infinito de estrellas. Pero en reali­dad, nuestros ojos no captan más que unas 6 000 en total. Sin embargo, con las fotografías tomadas por los grandes telescopios, los astrónomos pueden, li­teralmente, contarlas por millones.

   Los astrónomos no se limitan a contar las estrellas; también quieren saber exactamente dónde está cada una en la bóveda celeste, para registrarla en su ca­tálogo. Aun antes de que se inventara el telescopio, hacia 1600, los astrónomos ya habían establecido la posición de to­das las estrellas perceptibles a simple vista, utilizando visores tan sencillos co­mo la mira de los rifles.
   Un telescopio no sólo amplifica lo que vemos en el firmamento, sino que tam­bién capta más luz que el ojo, y por eso muestra muchas otras estrellas tenues. Incluso con unos binoculares poco po­tentes podemos percibir 10 veces más estrellas que a simple vista.
   En la década de 1860, el astrónomo prusiano Friedrich Argelander determi­nó la posición de todas las estrellas que pudo ver desde Bonn, con un telescopio que tenía un diámetro de 7.5 cm. El ca­tálogo final que elaboró contenía unas 458 000 estrellas, En Argentina, los as­trónomos han contado estrellas ubica­das demasiado al sur para poder verlas desde Alemania, y aumentaron el total a más del doble: 1 072 000 estrellas.
   El telescopio más grande del mundo puede revelar varias miles de estrellas tenues por cada una de las que aparecen en los ca­tálogos. En lugar de verlas para contar­las, los astrónomos toman fotografías de exposición prolongada a través del te­lescopio, y calculan la posición de las es­trellas sobre las placas fotográficas.
   Aun así, la tarea no es fácil. Una sola de estas fotografías está atiborrada con más de un millón de imágenes. Un as­trónomo tardaría meses en contar todas las estrellas de una sola fotografía.
    Aquí los rayos láser y las computado­ras ayudan a acelerar el proceso. El as­trónomo británico Edward Kibblewhite elaboró un sistema de medición fotográ­fica automatizada, que analiza una ima­gen en una hora. Su máquina concentra un rayo láser de helio y neón en la placa, y lo reduce hasta formar un puntito que analiza toda la superficie de ésta. Como la placa es un negativo fotográfico, una estrella aparece como un punto oscuro sobre fondo brillante. Cuando el rayo láser pasa por la imagen oscura de una estrella, su brillo se atenúa. La computa­dora capta esta variación y registra la posición y la magnitud de cada estrella.