La Luna nunca cambia su color, pero ha habido momentos en que la Luna se veía azul para la gente en la Tierra. En 1950, un enorme incendio forestal en Canadá envió toneladas de cenizas diminutas a la atmósfera.
Estas cenizas absorben algunos de los rayos solares que rebotan en la Luna y llegan a Tierra, pero no absorben los rayos azules. Así que por unos pocos días después del incendio, la Luna adquirió un color azulado, incluso para la gente a miles de kilómetros de distancia del incendio.
La Luna también ha lucido azul después de la erupción de volcanes de gran alcance, tales como la erupción de 1883 del Krakatoa en Indonesia, cuando millones de toneladas de cenizas fueron lanzadas a la atmósfera.